jueves, 17 de febrero de 2011

EL CONCILIO DE JERUSALÉN (I) DR.WILLIAMS PITTERS

La interpretación de, (1) Los problemas que enfrentaron los apóstoles y ancianos, y
que motivaron el célebre Concilio de Jerusalén, (2) la manera como lo resolvieron y (3)
a las conclusiones que llegaron y las recomendaciones que fueron redactadas y
enviadas a los gentiles que habían creído en Yeshua, ha sido establecida, casi de
manera unánime por todas las corrientes del Cristianismo. La tesis central en la que se
basa esta interpretación es la “teología del reemplazo”, es decir, debido a la
incredulidad de los judíos respecto de Yeshua como Mesías, el Eterno ha
reemplazado al pueblo de Israel por la iglesia cristiana gentil.
(1) Esta tesis supone que el Cristianismo es una superación del Judaísmo, e
implica que ya no necesitamos más de la Torá, ni se ha guardar el shabbat ni el
resto de las festividades. Esta falsa doctrina hunde sus raíces en los escritos de
gentiles creyentes en Yeshua, que asumieron sus funciones de líderes y maestros
después de la expulsión de los judíos de Jerusalén en el año 135. Eusebio, en su libro
Historia Eclesiástica, relata que hasta ese año el liderazgo de los creyentes en Jerusalén
lo tenían los judíos. Este cambio de liderazgo, tuvo como consecuencia un portentoso
viraje en las creencias y en las prácticas de los creyentes.
Con el objeto de apreciar en su plena luz este giro de acontecimientos y las
consecuencias que siguieron, es esencial entender que la espina dorsal de la teología
del reemplazo es la lengua griega; cuyos aspectos semánticos y sintácticos,
radicalmente distintos a los de la lengua hebrea, no sólo contribuyeron al origen y
desarrollo de la filosofía de Platón y Aristóteles, sino que impuso un modo de concebir
la realidad en la mente del mundo gentil de entonces. Esta concepción de la realidad se
infiltra en principio con los gentiles que tomaron el liderazgo de las congregaciones,
todos eran greco-parlantes, leían la Septuaginta y los demás escritos apostólicos que ya
circulaban por todas partes en lengua griega. Esta lenta pero sostenida infiltración va
dando forma a una síntesis entre la filosofía y las enseñanzas apostólicas leídas en
griego, que daría origen al Cristianismo. Así que, creyentes buenos y fieles como
Justino, Ireneo, los llamados “padres apostólicos” (Policarpo, Hermas, etc.), y también
Orígenes y Agustín de Hipona (“San Agustín”), insignes platonistas, terminaron de
forjar el pensamiento y la teología cristiana. De hecho, se dice que Orígenes atrajo a
muchos discípulos gentiles a la fe enseñando la doctrina cristiana a partir de la filosofía
de Platón, de la cual presentaba su versión cristiana (¡Platonismo para el pueblo!, como
diría Nietzche). Una consecuencia directa de esto es la creencia en dos dispensaciones
básicas: “la era de Ley” y “la era de la Iglesia”. Esta creencia está estrechamente
vinculada a la siguiente.
(2) El Espíritu Santo vino desde “pentecostés para acá”. Esta falsa enseñanza tiene
dos implicaciones también falsas. En la Biblia de Estudio de Profecía de Tim LaHaye,
afirma en un comentario a Hechos 2, que la “era de la iglesia” comenzó con el
derramamiento de la Ruaj hakodesh sobre los 120 discípulos. Con este evento se funda
la iglesia cristiana y se dan a la ley de Moisés. Por su parte, W. Newall, en su comentario
a Romanos, sobre el mismo evento de Hechos 2, afirma: “La Ley fue escrita en tablas
por la mano de la autoridad de Dios. Para ellos [los judíos] era externa; no había
unión entre ellos y Dios; tampoco estaba en ellos el Espíritu Santo (aunque vino
sobre algunos de ellos, para servicios determinados en tiempos señalados. Pero en
cuanto a nosotros todo es diferente… el Espíritu del Hijo de Dios ha sido enviado a
nuestros corazones”. En otras palabras, los gentiles, según esta interpretación, ¡poseen
los derechos de exclusividad de la Ruaj Hakodesh! Esta creencia es tan falsa como la
que una vez tuvo Pedro y otros creyentes de su tiempo, al suponer que la Ruaj
Hakodesh era posesión exclusiva del grupo de judíos creyentes en Yeshua. Esto puede
verse en el asombro que manifestaron Pedro y sus acompañantes al presenciar que el
gentil Cornelio y su casa también recibieron el bautismo de la Ruaj Hakodesh (Hech
10:45,46).

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