domingo, 15 de mayo de 2011

LA ENTREGA DE LA TORÁ: EN EL SINAÍ Y EN JERUSALÉN (II).DR.WILLIAMS PITTERS


Moisés nos dice que la Torá fue entregada a Israel en medio de un
imponente espectáculo: cuando Hashem descendió el monte Sinaí se
estremecía, que había fuego sobre ese monte y una columna de humo
subía como el humo de un horno y que el Eterno hablaba con voz
tronante (Ex 19). Cuando descendió la Ruaj HaKodesh sobre los
discípulos, se nos cuenta que “de repente vino del cielo un estruendo
como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde
estaban sentados” (Hch 2:1,2). Veamos el porqué de esta similitud de
eventos
MATÁN TORÁ EL DESCENSO DE LA RUAJ HA´KODESH
La fiesta de “pentecostés”, como es conocida por el mundo cristiano, tiene un fondo y
carácter judío que siempre es pasado por alto cuando se estudia el “derramamiento del
Espíritu Santo” de Hechos 2. En primer lugar, los 120 discípulos (judío-mesiánicos, no la
“iglesia cristiana”) estaban reunidos celebrando la festividad de la entrega de la Torá, como
el resto de los judíos. Cuando el evento sucedió eran las 9 de la mañana, porque todos
ellos estaban amanecidos ya que, según nuestra tradición oral, Israel pasó la noche
en vigilia en espera de la manifestación del Eterno, por lo que se acostumbraba a
pasar la noche del día sexto de siván en vigilia, estudiando el episodio de los capítulos
19 y 20 de Éxodo y meditando en los “Diez mandamientos” y leyendo el libro de Rut. “Y
cuando vino la mañana” (Ex 19:16)… En otras palabras, la Ruaj HaKodesh descendió
sobre aquellos que tenían estas dos características esenciales: “guardaban los
mandamientos de Dios y tenían la fe de Yeshua”, el resto del mundo religioso de aquella
época quedó privado de la bendición la Ruaj HaKodesh, con todas sus consecuencias
proféticas. Así será también en el futuro. Así como la “lluvia temprana” descendió el sexto
de siván sobre los fieles judíos así también la “lluvía tardía”. Tomen nota de eso.
En segundo lugar, shavuot es la conclusión de Pesaj. Es decir, desde Pesaj en adelante, se
invita al pueblo de Dios a prepararse para el segundo encuentro (moed) con el Eterno, el
cual se da el sexto de siván. Como bien dice nuestra tradición oral, en Pesaj nos
comprometimos en matrimonio con el Eterno, y en shavuot, su novia, Israel, recibió a la
Torá como un presente, como una “arras” antes que se consume el matrimonio bajo el palio
nupcial. Con este fondo del matrimonio hebreo, Rav Shaul nos explica que con el
derramamiento de la Ruaj HaKodesh, el Eterno nos ha dado las “arras del Espíritu” (2 Co
1:22; 5:5; Ef 1:14), que es un adelanto de nuestra herencia: la redención final.
En tercer lugar, la Torá nos dice que cuando el Eterno habló hubo “voces”, del hebreo
“kolot” (Ex 19:16) y no “truenos” como generalmente se traduce. Nuestra tradición
oral nos explica que la voz de Hashem se multiplicó en las setenta “voces” o lenguas de
todas las naciones (Midrash Shemot Rabbah 28:6, ver Sal 86:11). Es decir, los hombres y
mujeres de todas las naciones que se habían unido al pueblo hebreo en tiempos de Pesaj,
escucharon cada uno en sus propias lenguas las “maravillas de Dios” cuando Él
pronunciaba las “Diez palabras”. Esta fue, pues, la primera manifestación en lenguas de la
historia sagrada y que fue repetida en “pentecostés” por medio de los fieles discípulos
(Hech 2:5-11).
En cuanto a las “lenguas de fuego”, éstas no eran más que la bendición de la shekinah del
Eterno que de ahora en adelante estaría en cada uno de los aman e invocan su gran
Nombre tal como fue anunciado cuando se dio instrucción para un santuario (Ex 20:24-26),
pero ahora nosotros somos “templos de Dios” (1 Co 3.16).

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